Descripción
«El Jote. Presencia insoslayable»
Una de las virtudes de la poesía, dar sentido y significado a las cosas. Desde los inicios de la civilización, queda supeditado al orden humano, la orden divina de nombrar objetos, animales, lugares, etc. Es decir, a través de la palabra significar en el amplio sentido del término.
La novedad del poema “El Jote”, del poeta y amigo, Osvaldo Angel Godoi, es el de, como decía el querido y viejo Pablo de Rokha, “dar categoría” a este animal-ave, establecido en las periferias de la valoración zoológica: “aura común, aura tiñosa, Jote” se inaugura con este verso o esta declaración de principios “Jotezcos”, el poema homónimo, que también es la base filosófica y cinematográfica del largo texto, inscrito desde ahora, en la vasta tradición de largos poemas de Chile: como Altazor de Huidobro, Canto del Macho Anciano de De Rokha o Venus en el Pudridero de Anguita, entre otros.
“Aura común”, lugar común, es lo que nos une al Jote, en esta época que vivimos. Mal o buen tiempo, no importa, es una anécdota para el Jote. Que es bestia de estación indeterminada. Escatología común y el signo de muerte dibujado en su rostro verrugoso, como bien lo retrata el ilustrador Paolo Diy, en la contraportada.
Aunque por otra parte, no deja de sorprender, lo necesario del animal en la cadena ecológica. Tal como es el recolector de basura en nuestras urbes sobrepobladas. Paradójicamente colapsaríamos sin la indispensable tarea de limpieza del basurero, como la del ave negra.
Asume entonces nuestro poeta, con arte y talento, una operación del lenguaje y la palabra, a la manera de un Jote que escarba, vuela y camina sobre el cadáver. Cadáver de qué, se pregunta usted: ¿de la poesía, del lenguaje constituido, de los límites de la palabra? Es una respuesta que sólo vislumbraremos al final. Un juego de interrogantes que espontáneamente emergen en el transcurso de la lectura de este singular poema. Poema por lo demás chilenísimo en su construcción simbólica.